
El Titanic: elegancia, glamour e historia en la mesa
El Titanic antes de su salida en los muelles de Southampton

Cada una de las personas que subieron a bordo de este barco, rumbo al “nuevo mundo”, contribuyó en la historia con su propia vivencia conmoviéndonos una y otra vez cada vez que conocemos algo de ellas.
El Titanic se construyó en los astilleros de Belfast entre los años 1909 y 1912. Considerado el segundo transatlántico más grande construido hasta la época y operado por la compañía White Star Line, zarpó del puerto inglés de Southampton el día 10 de abril de 1912 con destino a Nueva York (EE.UU.).



Nadie quería perderse tan magnífica ocasión de ver la inauguración de este mastodonte marítimo, fueron muchas las personas que se echaron a la calle para ver este evento y muchos los que compraron un billete con la intención de viajar al “nuevo mundo” para cambiar sus vidas.

Así se conocía por entonces a la ciudad de Nueva York por las oportunidades que ofrecía. Muchas personas adineradas de clase alta, junto con sus doncellas, criados, animales de compañía y cientos de kilos de equipaje, quisieron formar parte de este gran viaje inaugural y pasar así a la historia cuando de él se hablase. Y no se equivocaron, pasar, pasaron a la historia, pero… ¡de qué manera!
Hizo escala antes de atravesar el norte del Océano Atlántico en el puerto de Cherbourg, Francia, y por último en Qeenstown, Irlanda donde subieron más pasajeros. Fue la noche del 14 de abril de 1912 cuando colisionó con un gran iceberg provocándole grandes daños estructurales que ocasionaron su hundimiento 3 horas más tarde.

Murieron aproximadamente 1500 personas. 712 personas se salvaron, algunas de ellas gracias a los botes salvavidas, de un número insuficiente para la gran cantidad de personas y miembros de la tripulación que viajaba a bordo. Los botes no se llenaron completamente de personas, dando preferencia a la gente de primera y segunda clase, mujeres y niños. Debido a este sistema de salvamento tan clasista, que diferenciaba a la gente de primera clase, de los de segunda y tercera, acabaron pereciendo en su gran mayoría la gente pobre, es decir, los de tercera clase.

Muchas son las historias personales que inundan el Titanic de leyendas y mitos, pero el tema que nos atañe aquí, desde El Platillo comilón, es todo aquel que está relacionado con sus cocinas, los alimentos que se servían a bordo, quiénes eran sus cocineros, de qué cosas se llenaron sus despensas, cuáles eran sus menús, cómo eran los comedores donde comían… Desde que supe de la existencia del Titanic y de su trágico final, mi interés fue en aumento hasta dar con información que nadie se paraba a pensar: ¿cuántas vajillas había? ¿Y cuántas cocinas para dar de comer a tanta gente a la vez? ¿Qué comía la gente adinerada de primera clase? ¿Y los de segunda y tercera? ¿Cuántas personas podían comer a la vez? ¿Curioso verdad?

Contaba con 3 cocinas de gran tamaño dirigidas por el chef de cocina francés Pierre Rosseau, de 49 años de edad, y el británico Charles Proctor, de 45 años, responsables de todo aquello referente a la gastronomía como tal, con la presión de saber elaborar adecuadamente una serie de platos que componían los menús diarios de primera, segunda y tercera clase, diseñados por el hasta entonces, cocinero más influyente de la época, Auguste Escoffier. Existía también un encargado de la despensa, bodega y todo lo que ello suponía, James Walpole, de 48 años de edad, ayudado por Alexis Joseph Bochatay (aparece también como Bochetez) y Paul Achille Maurice Germain Mauge, de 30 y 25 años respectivamente. Estos debían comunicar a los chefs si los alimentos estaban en buenas condiciones o no, cuáles perecerían antes y cuáles de ellos estaban en peor estado para elaborarlos cuanto antes, al día siguiente al ser posible, siendo destinados generalmente para los pasajeros de tercera clase. El jefe de panadería y pastelería era Charles Joughin, que tenía 33 años cuando se produjo el fatal desenlace del Titanic. En total eran 60 los cocineros de los que se disponía, 20 panaderos y 14 carniceros, así como de 256 camareros para prestar el servicio necesario.
Las cocinas disponían de los electrodomésticos más sofisticados de la época para facilitar el trabajo como hornos, máquinas capaces de cocinar alimentos al vapor, otras para crear hielo, batidoras, etc.
Los responsables jefes se juntaban por las tardes para elaborar los menús con los que iban a deleitar a los cientos de pasajeros que llenaban el lujoso transatlántico al día siguiente. Una vez elaborados, se mandaban a imprimir, por ejemplo, en el caso de los de primera clase, se hacía en cartulinas amarillentas como si de antiguos pergaminos egipcios se tratasen. Todo estaba perfectamente medido para agradar.
Las provisiones se compraron antes de zarpar siendo conservadas en frigoríficos, congeladores y despensas, debiendo alcanzar para los cientos de pasajeros durante todo el viaje. Llegaron de muchas partes del mundo: café de Brasil, quesos de varios países europeos, helados de Nueva York, cerveza de Alemania, etc. El siguiente listado de suministros está basado en el manifiesto real de carga / alimentación (Circa – abril 1912) para el primer viaje inaugural del Titanic, aunque se supone que fueron muchos más los tipos de alimentos que pasaron por las cocinas.
LISTA DE PROVISIONES
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Carne Fresca (ternera, cordero, cerdo, etc. ) 75.000 libras = 34.020 Kg
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Pescado fresco (platijas, lenguados, arenques, truchas, mero, rodaballo, salmón, etc.) 11.000 libras = 4.989,6 Kg
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Pescado salado y seco 4.000 libras = 1.814,4 Kg
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Aves y caza (patos, pollos, faisanes, perdices, pavos, etc.) 25.000 libras = 11.340 Kg
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Salchichas 2.500 libras = 1.134 Kg
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Tocino y jamón 7.500 libras = 3.402 Kg
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Harina 250 barriles
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Azúcar 10.000 libras = 4.536 Kg
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Arroz 10.000 libras = 4.536 Kg
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Cereales 10.000 libras = 4.536 Kg
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Espárragos frescos 800 porciones
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Guisantes frescos 2.500 libras = 1.134 Kg
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Lechugas 7.000 libras = 3.175,2 Kg
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Tomates 3.500 libras = 1.587,6 Kg
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Cebollas 3.500 libras = 1.587,6 Kg
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Patatas 40 toneladas
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Huevos frescos 40.000
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Manzanas 36.000
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Uvas 1.000 libras = 453,6 Kg
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Naranjas 36.000
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Limones 16.000
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Mermeladas 1.120 libras = 508,032 Kg
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Crema fresca 1.500 galones = 5.678,11 litros
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Leche fresca 1.500 galones = 5.678,11 litros
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Leche condensada 600 galones = 2.271,24 litros
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Mantequilla fresca 6.000
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Helado 1.750 libras = 793,8 Kg
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Café 2.200 libras = 997,92 Kg
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Cerveza 15.000 botellas
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Té 800 libras = 362,88 Kg
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Vinos y cavas 1.000 botellas
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Agua mineral 1.200 botellas
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Licores y alcoholes 850 botellas
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Cigarros 8.000
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¿Os imagináis la magnitud de estas cocinas, la cantidad de alimentos que las llenaban y el gran número de personal que trabajaba a la vez en ellas para sacar tantos platos por día? Como todos bien sabemos, a la hora de cocinar, el humo que se forma, debe ser extraído hacia el exterior a través de un buen sistema de ventilación. En el caso del Titanic, esto también estaba pensado. El barco tenía cuatro grandes chimeneas de casi 20 metros de altura, pero solo tres de ellas eran funcionales, es decir, solo por esas tres se expulsaba el humo de las calderas, mientras que la cuarta servía únicamente como sistema de ventilación de las cocinas, a parte de la magnitud e importancia que le otorgaba al buque.
Una vez elaborados los platos, eran los 256 camareros los que servían las mesas de cada uno de los comedores. Debido al rígido sistema de clases que existía en aquellos años, estaba terminantemente prohibido que las distintas clases sociales se mezclasen a bordo, de ahí, que en cada una de las áreas correspondientes a cada clase social existiesen todos los servicios necesarios acorde al dinero que se pagaba por billete. Por este tema es por lo que existían varios comedores de primera, segunda y tercera clase, así como distintos menús para cada una de ellas.
Teniendo esto en cuenta, dependiendo de la clase social a la que se perteneciera, se podía comer sobre mesas cubiertas por engalanados manteles, beber vinos y licores con labradas cristalerías y cortar carnes y pescados, entre otros, con cuberterías carísimas que hacían la delicia de los comensales. No eran los mismos vasos, cubiertos o platos donde se servía la comida para un comensal de primera clase, que al de segunda o tercera. Las diferencias siempre estaban muy marcadas. Fueron 57.600 piezas de vajilla de porcelana (platos, teteras, cuencos, tazas, etc.), 29.000 piezas de cristalería (platos, vasos, copas, etc.) y 44.000 piezas de cubertería (cuchillos, tenedores, cucharas, espumaderas, cucharillas de postre, etc.) las que llenaban los cajones de comedores, cocinas y de todos aquellos habitáculos destinados al servicio de comidas y/o bebidas. La partida de ropa de la que disponían, necesaria para las cocinas y restaurantes, para vestir las mesas, etc., estaba compuesta por 30.000 manteles, 115.000 servilletas, 3.500 manteles y 12.000 servilletas para el servicio de té, 12.500 paños de cocina, 7.500 delantales de color blanco y 1.500 de color (listado de suministros basado en el manifiesto real de carga / alimentación (Circa – abril 1912) para el primer viaje inaugural del Titanic). Muchas de estas piezas acabarían en el fondo del océano Atlántico tras la tragedia, recuperando parte de ellas tiempo después, para así podernos hacer una idea de cómo eran.
Este comedor tenía una capacidad de aproximadamente 500 personas. Su diseño estaba basado en el estilo jacobino, estilo arquitectónico asociado al reinado de Jacobo I de Inglaterra (principios del año 1600), segunda fase del renacimiento en el país. Los techos y paredes estaban lujosamente adornados con paneles decorativos, y habitado por muebles de madera de roble muy ornamentados. Por ejemplo, las mesas y sillas presentaban patas bulbosas, característica muy significativa de este estilo. El suelo estaba forrado de baldosas de linóleo cuyos colores y colocación hacían pensar en una alfombra persa. Como podéis ver, el lujo impregnaba cada rincón del mismo.


Entrantes variados, canapés almirante (con mantequilla y langostinos)
Ostras
Consomé Olga (con oporto y vieiras) – Crema de cebada
Salmón al vapor con salsa muselina y pepinillos
Filete Lili
Salteado de pollo a la Lionesa (con tomate y setas)
Calabacines rellenos
Pierna de cordero en salsa de menta
Pato asado con salsa de patatas
Solomillo de ternera
Acompañamiento de patatas parisinas, guisantes,
crema de zanahorias y arroz
Sorbete de naranja
Pichón relleno
Espárragos a la vinagreta
Foie Gras y apio
Tarta WaldorfMelocotones con helado de Chartreuse
Bombones de chocolate y vainilla
Helado
Este comedor tenía una capacidad de aproximadamente 564 personas. Sus paredes estaban forradas de madera de roble y los suelos de baldosas de linóleo con un diseño especial. Sus mesas y sillas eran de madera de caoba, estas últimas con una peculiaridad: eran giratorias y se encontraban ancladas al suelo para evitar que, en un movimiento brusco del barco provocado por la mar, se moviesen. Uno de los extremos del salón estaba presidido por un gran aparador, también de caoba, con un piano en su parte central para amenizar con su música a los cientos de comensales que lo llenaban.


Abadejo al horno con salsa picante
Pollo al curry con arroz
Cordero lechal con salsa de menta
Pato asado con salsa de arándanos
Acompañamiento de guisantes, puré de nabos, patatas y arroz
Pudin de ciruelas
Sándwich de coco al vino
Helado americano
Nueces
Fresas al natural
Tarta de queso
Café
Era el más pequeño de los tres, con una capacidad aproximada de 473 personas. Había que hacer dos turnos de comida para dar cabida a todos los comensales de tercera. A diferencia del resto, este estaba escasamente decorado, de paredes perfectamente esmaltadas de color blanco e iluminado con luces situadas en las paredes a modo de luces de posición.


Cereales variados con leche
Hígado y beicon
Pan fresco con mantequilla
Mermelada
Café o té
Sopa de verduras
Pollo hervido con beicon y salsa Panbley
Guisantes y patatas cocidas
Pudin de ciruelasCrema de carameloTÉ
Oxford Brawn
Ensalada
Pan con mantequilla
Jamón
Té
Este restaurante estaba abierto a todos los pasajeros de primera clase. Era una buena alternativa al comedor principal donde se podían degustar a la carta platos exquisitos y suntuosos como el caviar y langosta, entre otros, a un coste adicional y todo ello aderezado con una orquesta. El horario de comidas en este era mucho más flexible que el que estaba vigente en el comedor principal, de ahí que fueran muchos los que acudieran a él. Estaba decorado al estilo Luis XVI, con paneles de madera de caoba o ébano con exquisitas molduras de bronce dorado y/o de latón, bañados por la luz natural que entraba gracias a los grandes ventanales que había. El suelo estaba perfectamente engalanado de alfombras elaboradas con materiales de alta calidad y el mobiliario, también de madera, hacía las delicias de los más adinerados.
SALÓN PARA FUMADORES
Presidido en su parte central por una gran chimenea, la única que funcionaba realmente con madera, ya que las demás eran eléctricas, era el lugar concedido a los fumadores de primera clase. El salón, de estilo georgiano, se encontraba recubierto por maderas de caoba algo oscuras, bonitas incrustaciones acompañadas de elegantes vidrieras y de butacas, sillas y mesas para hacer más confortable la estancia de todos aquellos caballeros que se acercaran por allí. El fumar era considerado como un acto social y socializante muy implantado entre los hombres de la época y que requería de un tiempo y un espacio para disfrutarlo plenamente. Se juntaban en este salón después de las comidas para hablar, tomar algún que otro licor y fumar sin parar, emitiendo voluptuosas bocanadas de humo al aire, procedentes de habanos, pipas y cigarrillos de alta calidad. Hoy en día esto es impensable.


En el Titanic existían también varios comedores de pequeñas dimensiones para uso del personal. Por ejemplo uno de ellos tenía una capacidad para 35 personas, solo para uso de los marineros y otro para los fogoneros de las calderas con una capacidad para 87.
Este espacio de lujo, con capacidad para 68 personas, fue toda una innovación dentro del Titanic. Se encontraba anexado al comedor a la carta de primera clase y su decoración capturaba a la perfección el estilo y la atmósfera de las terrazas del París de la época, con sillas, todas ellas de mimbre, dispuestas alrededor de mesas redondas o cuadradas. Sus grandes ventanales con vistas al mar dejaban entrar la luz del sol dándole un encanto único y sus plantas trepadoras adornaban las paredes enrejadas otorgándolas un toque distintivo. Tuvo mucho éxito entre los jóvenes de primera clase ya que permanecía abierto hasta altas horas.

¿QUÉ PASÓ CON…

Pierre Rousseau: nacido en Francia, contaba con 49 años la noche de la tragedia. Trabajaba como Chef en las cocinas del Titanic cuando, la noticia de que el barco había chocado contra un iceberg y se hundía irremediablemente, llegó a sus oídos un poco tarde. Sin dudarlo, Rousseau junto con algunos de sus compañeros de fogones, se hicieron pasar por pasajeros para poder subir a los botes salvavidas. Solo tuvieron que quitarse el delantal con el que trabajaban, ya que debajo llevaban ropa de calle. Una vez lograron alcanzar la cubierta principal del barco vieron como el último de los botes descendía hacia las gélidas aguas del océano Atlántico. Era ese o ninguno. Fue entonces cuando, Paul Mauge, uno de sus compañeros, gritó ¡salten! Rousseau, bastante obeso, no saltó por no poner en peligro la estabilidad del bote. La última vez que se le vio fue al lado de la barandilla del barco. Murió en el naufragio sin poderse recuperar su cuerpo.

Charles Proctor: nacido en Liverpool, Inglaterra, en 1866, contaba con 46 años la noche de la tragedia. Trabajaba como Chef en las cocinas del Titanic. Murió en el naufragio sin poderse recuperar su cuerpo.

James Walpole: nacido en Southport, Lancashire, en 1864, contaba con 48 años la noche de la tragedia. Trabajaba como encargado de la despensa, bodega y todo lo que ello suponía. Previamente trabajó en trasatlánticos como el Britannic, Majestic y Celtic entre otros. Murió en el naufragio sin poderse recuperar su cuerpo.
Alexis Joseph Bochatay (aparece también como Bochetez): nacido en 1881 en un pequeño pueblo de los Alpes suizos llamado Les Granges, contaba con 30 años la noche de la tragedia. Trabajaba como ayudante de James Walpole en la despensa y bodega del Titanic. Murió en el naufragio sin poderse recuperar su cuerpo.

Paul Achille Maurice Germain Mauge: nacido en París en 1887, contaba con 25 años la noche de la tragedia. Trabajaba como ayudante de James Walpole en la despensa y bodega del Titanic cuando la noticia, de que el barco había chocado contra un iceberg y se hundía irremediablemente, llegó a sus oídos un poco tarde. Sin dudarlo, Mauge, junto con algunos de sus compañeros, se hicieron pasar por pasajeros para poder subir a los botes salvavidas. Solo tuvieron que quitarse el delantal con el que trabajaban, ya que debajo llevaban ropa de calle. Una vez lograron alcanzar la cubierta principal del barco vieron como el último de los botes descendía hacia las gélidas aguas del océano Atlántico. Era ese o ninguno. Fue entonces cuando Paul Mauge gritó ¡salten! Este se salvó. Tiempo después declaró haberle incitado a Rousseau a saltar al bote para salvarse y que los comisarios del barco impidieron al personal del restaurante a la carta ir a la cubierta del barco esa noche tras el choque del barco con el iceberg. Después de este suceso siguió con su vida hasta morir el 16 de enero de 1971.

Charles Joughin: nacido en West Float, Birkenhead, Cheshire, Inglaterra el 3 de agosto de 1878, contaba con 32 años la noche de la tragedia. Este trabajó en el Titanic en calidad de jefe de panadería con varias personas a su cargo. Cuando el barco chocó con el iceberg, alrededor de las 23:40h. del día 14 de abril de 1912, este se encontraba descansando en su habitación. Como declaró tiempo más tarde, reconoció haber sentido el impacto, momento en el que se levantó de la cama, y, tras recibir órdenes de los oficiales de preparar provisiones para los botes salvavidas, al menos 4 barras de pan por cada uno, se puso a ello. Estuvo bebiendo alcohol durante un buen rato hasta que subió a la cubierta del barco. El bote número 10 tenía un hueco para él, pero se negó a subir cediéndoselo a otra persona, a sabiendas de que, según pintaba aquello, ya no había otra oportunidad para salir de allí. Buscó más licor para seguir bebiendo y pasar el mal rato. Acto seguido fue a una de las cubiertas de paseo y empezó a arrojar al agua tumbonas de madera para que la gente que estaba ya en ella las pudiese usar como flotadores salvavidas. Según su declaración, decidió volver a entrar a la despensa de la cubierta A, esta vez para beber algo de agua porque estaba sediento. A todo esto, el Titanic se hundía poco a poco hasta que un estruendo horrible se abrió paso entre los gritos de la gente. Charles salió de la despensa y se dirigió corriendo hacia el lado del barco opuesto al hundimiento. A medida que el barco adquiría una posición casi vertical, la gente iba cayendo, resbalándose y dándose con todo aquello que había a su paso. Este se aferró fuertemente a la barandilla de la parte más alejada del agua, por el lado de estribor, y, cuando el barco se partió por la mitad, sin llegar a separarse, cayó de nuevo hacia el agua quedando así por el lado exterior de la barandilla. Al poco tiempo, la parte del barco que estaba sumergida arrastró a la que no lo estaba, poniéndola de manera perpendicular al agua dejando las hélices a la vista. Como si de un ascensor se tratara, esta fue engullida por las gélidas aguas del océano Atlántico hasta desaparecer. Charles saltó en ese preciso momento y se dedicó a nadar y mantenerse sobre el agua. No se hundió con el barco, se limitó a nadar y patalear durante horas hasta que vio un bote volcado con varias personas encima. No cabía en él, pero un compañero suyo, el cocinero Isaac Maynard, lo reconoció y lo sostuvo en sus brazos para evitar, en la medida de lo posible, el frio del agua. Poco tiempo después apareció un bote y nadó hasta él para ser recatado. Al parecer el alcohol que ingirió momentos antes del hundimiento ejercieron un efecto anticongelante en su cuerpo evitando así su muerte por hipotermia. Su vida no se paró ese día. Murió debido a una neumonía el 9 de diciembre de 1956 a los 78 años de edad.
El Titanic fue descubierto el 1 de septiembre de 1985 por el Dr. Robert Ballard. Desde ese momento se solventaron muchas de las dudas que se cernían sobre su hundimiento el 15 de abril de 1912 a las 02:18h.
El barco reposa a unos 3800 metros de profundidad, donde infinidad de moluscos, peces y bacterias, entre otros muchos organismos vivos, lo desmantelan poco a poco con el paso del tiempo. Estos hicieron desaparecer los cuerpos de las personas que no sobrevivieron y que el Titanic logró hundir con él, los trozos de telas de mantelerías, sábanas, cortinas, ropa, colchones… etc., las cubiertas de madera, muebles y estructuras o tallas perfectamente labradas… todo. Incluso existen una serie de bacterias que favorecen la oxidación de la estructura de hierro hasta convertirlo en deshecho. El Titanic desaparece poco a poco.
A esto hay que sumarle la mano del hombre que, desde su descubrimiento, no ha hecho más que hacer exploraciones para arrebatarle objetos inertes, que durante años han reposado en el fondo formando parte del paisaje abisal.
Son muchos los objetos que hoy día se encuentran entre nosotros:







Muchos platos de porcelana china, tenedores, cucharas y cuhillos de plata o de acero inoxidable, tazas, etc.reposan hoy en el fondo del mar empañados por el paso del tiempo y la corrosión, salvo aquellos que han sido rescatados para ser expuestos en pequeñas vitrinas de cristal dentro de museos dedicados a tan nefasto suceso. Pero… no ocurrió lo mismo con un plato de tercera clase.

En este caso fue un pescador gallego de alta mar, Antonio Varela, el que con las redes del buque en el que faenaba, el “Pakea Loureans”, con base en A Coruña, Galicia, España, arrastró un plato de color blanco con una banderita en su parte central de color rojo con una estrella blanca dibujada en su fondo.
Este, sin pensar en lo que tenía entre manos, se lo dio a su hijo Toni, que por entonces tenía 4 años de edad. Fue así como esta pieza entró a formar parte de la familia Varela desde el 1 de septiembre de 1981, sin pensar que los desayunos, comidas, meriendas o cenas que albergaba casi a diario para su hijo estaban sobre uno delos platos del barco más conocido del mundo: el Titanic. Si os paráis a pensar, este plato se descubrió 4 años antes de que el Dr. Robert Ballard descubriese el lugar exacto donde se encontraba el Titanic.

¿Cómo pudo ser pescado fuera de la zona de restos donde yace el barco hundido? En su viaje inaugural y único, el Titanic navegó entre los días 10 y 11 de abril de 1912 de Southamptom a Cherburg, y de este puerto francés al irlandés de Queenstown, coincidiendo exactamente con las zonas de pesca en las que faenaba el Pakea Loureans muchos años después. De ahí que acabara en las redes, pero… ¿qué hacía ahí ese plato? Atendiendo a las declaraciones que los supervivientes de tercera clase dieron tras el naufragio, puede ser que alguien lo tirara al mar en vez de bajarlo al comedor. Estos subían a cubierta para fumar, charlar entre amigos y hacer pequeñas fiestas donde los cantos y bailes no faltaban. Si alguien estaba comiendo un postre o algo y estaba en medio de estas pequeñas e improvisadas fiestas, seguro que le dio pereza bajar a dejarlo y pensó en tirarlo y listo. O también pudo ser que se le cayera. Fuera como fuese, ahí estaba. Tras una somera investigación, se pudo comprobar que realmente pertenecía a la vajilla de tercera clase del Titanic, fabricado en la factoría de Pirkenhammer, República Checa, fundada hacia el año 1888. Además, en la parte posterior del plato seguía el sello de la firma importadora de la vajilla. No cabía duda: Toni tenía un plato del Titanic.
Pero esta no es la única historia de este tipo. Existe un pueblo de la costa portuguesa llamado Ílhavo, en Aveiro, que durante muchísimos años sus habitantes han estado comiendo con cubiertos del mismísimo Titanic. Sí, como lo estáis leyendo. Ana María Lopes, habitante y antigua directora del Museo Marítimo del mismo pueblo, dejó de guardar tan increíble secreto, como otras personas habían hecho durante décadas. Según la tradición oral del sitio, un mes y medio después del naufragio del Titanic, un barco encontró un mueble flotando a la deriva en cuyo interior se almacenaban muchos cubiertos de plata. Antes de que este se pudiera hundir, el velero portugués “Trombetas”, se dirigió hacia él con la intención de cogerlo. Lo llevó hasta el puerto de Figueira da Foz el 27 de noviembre de 1912. Su capitán, Joao Francisco Grilo, de Ílhavo, decidió repartir los cubiertos de plata maciza entre sus familiares
y amigos. De esta manera muchos de los habitantes de Ílvaho pueden presumir decomer con semejante tesoro entre las manos.
Como podéis ver, el naufragio de este barco encierra muchas historias, ¿cuál será la próxima por conocer?
- El descubrimiento del Titanic, Dr. Robert D. Ballard.
- Encyclopedia Titanica Editorial Group (Internet)
- Last Dinner on the Titanic (La última cena en el Titanic), Rick Archbold, Rick Archibold
- The Titanic and the Californian, Peter Padfield
- The Night Lives On, Walter Lord.
-
Titanic and Liverpool, Alan Scarth
-
Documental: Misterios del Titanic
-
Corto documental: euronews-hi-tech – Robots reveal Titanic secrets © euronews-hi-tech
-
Película: Titanic, James Cameron




3 Comments
Marga
¡Vaya historia más increíble!¡Me ha encantado!
miki
Vaya trabajo más chulo, muy bonito. Felicidades, Sr. Comilón!!
Mariluz
Esto es muy interesante. Me gusta.