Huesos de San Expedito
INGREDIENTES (para unas 40 unidades)
- Un huevo
- Una yema de huevo
- 100 g de azúcar (aproximadamente medio vaso)
- 100 ml de leche (aproximadamente 16 cucharadas)
- Ralladura de un limón
- 3 cucharadas de aceite de oliva
- Un chorrito de anís
- Una cucharada de anisetes en grano
- 350 g de harina (aproximadamente 2 vasos y medio)
- Una cucharada de levadura química en polvo
- Azúcar glas
ELABORACIÓN:
Los huesos de San Expedito constituyen uno de los dulces más típicos de la cocina española, a parte de los conocidísimos huesos de santo. Como su nombre bien indica son elaborados en honor a este santo de la iglesia católica. Pero… ¿quién era San Expedito?
San Expedito era un militar romano que, a falta de datos de su fecha de nacimiento, podemos decir que vivió allá por el siglo IV. Era un soldado del Imperio Romano, perteneciente a una fuerza de infantería, los “Expediti”.
Estos se diferenciaban del resto de las tropas porque en las batallas utilizaban armamentos ligeros para facilitar el ataque. En la antigüedad, los apellidos de la persona estaban asociados a su profesión o a la actividad que ejercía, de ahí el nombre de este santo.
A lo largo de su vida experimenta diversas situaciones que le llevan a convertirse al cristianismo. Cuentan que a partir de ese momento un cuervo negro le rondaba. Este era el espíritu del mal, el cual le dijo: ¡cras! ¡cras! ¡cras! (en latín: mañana! Mañana! Mañana!) en el momento de tomar la decisión de convertirse al cristianismo. Le intentaba persuadir de que dejara esa decisión para otro momento u otro día, a lo cual Expedito reaccionó pisando al cuervo gritando: ¡hodie!, ¡hodie!, ¡hodie! (en latín: ¡hoy!, ¡hoy!, ¡hoy!), con la firme convicción de que su conversión sería en ese mismo momento, en ese mismo día. El 19 de abril del año 303, por orden del Emperador Diocleciano, fue decapitado junto a cinco militares cristianos, a saber Gálatos, Rufo, Caio, Aristónico y Hermógenes. La historia le ha hecho ser uno de los santos cristianos abogado de las causas imposibles, de casos urgentes que de sufrir demora, causarían un gran perjuicio.
El dulce que hoy os traemos, típico del día de todos los santos, presenta forma de hueso del santo, parece ser que del dedo de la mano, aunque poca similitud tienen por el tamaño que adquieren. Como podéis ver gran cantidad de dulces de nuestra amplia gastronomía, y de la de muchos otros países, tienen connotaciones religiosas pero, en El Platillo Comilón, nos quedamos con la puramente gastronómica para disfrutar de tan deliciosos manjares. En esta ocasión, en vez de ser elaborados por manos de monjas conventuales, soy yo, el Sr. Comilón quien los ha preparado gracias a una receta familiar ¿me acompañáis a la cocina?
En una fuente de cocina de gran tamaño batimos un huevo y una yema de otro.
¿Cómo separamos las yemas de huevo de la clara? Sígueme en mi sección: Técnicas de cocina.
Añadimos, en el siguiente orden, 100 gramos de azúcar (aproximadamente medio vaso de los de agua o 6 cucharadas y media), 100 mililitros o 16 cucharadas aproximadamente de leche entera, semidesnatada, etc. (evitar el uso de leche de soja o similar, el sabor que aporta a la masa no es el mismo) y la ralladura de un limón bien lavado. Mezclamos todo bien, hasta que el azúcar quede más o menos disuelto, y seguimos incorporando los siguientes ingredientes: 3 cucharadas de aceite de oliva, un chorrito generoso de anís y una cucharada de anisetes en grano. Mezclamos todo bien. Hecho esto añadimos 350 gramos de harina (aproximadamente 2 vasos y medio) y una cucharada de levadura química en polvo. Mezclamos y removemos bien hasta conseguir una masa lo más homogénea posible. La masa debe quedar blanda y esponjosa. Veremos que se pega algo en los dedos, pero podemos añadir algo más de harina para evitarlo y así manejarla con facilidad, pero ¡cuidado!, si añadimos más harina de la que debemos, los huesos quedarán algo más duros, al igual que si nos pasamos con el anís en licor.
Le damos a la masa forma de cilindro, lo envolvemos en plástico de cocina trasparente y lo dejamos reposar en el frigorífico unos 30-40 minutos. Pasado el tiempo desenvolvemos el cilindro de masa, en una mesa limpia de trabajo espolvoreamos un poco de harina y nos disponemos a dar forma a nuestros futuros huesos. Con la medida de ingredientes facilitada pueden salir alrededor de 40 unidades.
Podemos hacerlo de dos maneras: la primera es cogiendo grandes porciones de masa, le damos forma de tubito alargado con un grosor similar al de un dedo y, con ayuda de unas tijeras, cortamos pequeñas porciones de masa también similares al tamaño de un dedo. La segunda es hacerlos uno a uno, lo que conlleva más tiempo.
Redondeamos los bordes y hacemos una hendidura longitudinal en cada una de las porciones.
Una vez que tenemos toda la masa preparada pasamos a freírlos. Ponemos gran cantidad de aceite de oliva en una sartén grande y dejamos calentar, momento en el que empezamos a echarlos. Los hacemos a fuego medio-bajo para evitar que se nos quemen por fuera y queden sin hacer por dentro y cuando los veamos dorados los sacamos a un plato con papel absorbente. Dejamos reposar y los rociamos con azúcar glas. Si no tenemos azúcar glas podemos moler azúcar blanca normal.
¿Ricos verdad? De esta manera obtenemos un dulce buenísimo y fácil de hacer ¿te lo vas a perder?
3 Comments
Mamen Salcedo
Tengo que hacer esta receta…. ¿pero engorda mucho, no? Aunque me da igual!
Emilio
¡Muy buenos, riquísimos! Me han salido muy bien gracias a esta receta.
miki
Nunca había oído hablar de ellos pero ahora que los he probado los recomiendo junto con un buen café.