¡Adivina quién viene a cenar!

¡Adivina quién viene a cenar!«Marcelino Sanz de Sautuola y Pedrueca, el descubridor de la Cueva de Altamira»

Retrato de Marcelino Sanz de Sautuola y Pedrueca (1.831-1.888)
 

© EL COPYRIGHT DE LAS IMÁGENES Y EL VÍDEO PERTENECE A SUS RESPECTIVOS AUTORES

 

 

FICHA PERSONAL

 

  • Nombre: Marcelino Sanz de Sautuola y Pedrueca.
  • Conocido por: descubridor Cueva de Altamira.
  • Género: masculino.
  • Fecha de nacimiento: 2 de junio de 1.831 (Santander, Cantabria; España)
  • Fecha de fallecimiento: 30 de marzo de 1.888 (Santander, Cantabria; España)
  • Nacionalidad: española.
  • Esposa: María Concepción de Escalante y Prieto.
  • Número de hijos: María Justina Isabel Sanz de Sautuola y Escalante (1.871-1.946)
  • Profesión: naturalista y prehistoriador español.
  • Comida favorita: al no tener constancia bibliográfica alguna sobre sus gustos por la comida, hemos creído conveniente hacer un guiño entre su pasión por el cultivo del eucalipto y el uso que le podríamos dar, como en este caso con los caramelos de miel y eucalipto.

 

 

   Hoy las puertas de la cocina de El Platillo Comilón se abren para invitar a Marcelino Sanz de Sautuola y Pedrueca a nuestra sección de ‘Adivina quién viene a cenar’. Muchos de vosotros os estaréis preguntando qué quién es este señor, pero su legado en la historia de España, junto a la imagen de su hija María Justina Isabel Sanz, ha dejado tal poso que, a día de hoy, se le sigue recordando. Os presentamos al naturalista, científico y prehistoriador que, como hemos mencionado con anterioridad, junto a su hija, descubrió la Cueva prehistórica de Altamira situada en la localidad cántabra de Santillana del Mar, España. Aunque mundialmente es más reconocido por este hito, también ha destacado por otros que os iremos desvelando poco a poco y, qué seguro, ni hayáis oído hablar.

 

     Marcelino Sanz, nacido en Santander el día 2 de junio del año 1.831, hijo de Santiago Sanz de Sautuola, natural de Burgos, y de Gertrudis Pedrueca, de Santander, pertenecientes a una familia de alta alcurnia y linaje, creció en una casa solariega en el municipio de Puente San Miguel, Cantabria, donde pasó su infancia yendo al colegio. Con 17 años empezó a estudiar Bachiller en Filosofía y Letras en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Santander y, posteriormente, cursó los estudios de Derecho en la Universidad de Valladolid. Pero, gracias a la alta clase social a la que pertenecía, nunca tuvo la necesidad de dedicarse a esta profesión, centrándose más por su curiosidad científica y afición en las ciencias naturales, prehistoria, geología y botánica.

 

     Su curiosidad por las cosas le llevó el 14 de abril del año 1.863 a plantar el primer ejemplar de eucalipto en Cantabria, concretamente en la finca donde vivía, en Puente San Miguel. El ejemplar fue traído desde Australia y, antes de recomendar su uso y cultivo, lo estudió profundamente hasta obtener una serie de conclusiones que publicó el 15 de febrero del año 1.867 en el diario ‘La Abeja Montañesa’, tras enviar previamente el informe explicativo o la memoria de sus investigaciones al presidente de la Comisión organizadora de la Exposición Provincial de Santander para mantenerle al tanto. En sus ‘Apuntes sobre la aclimatación del Eucaliptus globulus en la provincia de Santander’, no solo habló de sus valores medicinales, su rápido crecimiento y su fácil adaptación a cualquier tipo de terreno, sino también del aprovechamiento de su madera para la obtención de celulosa. A continuación, podéis ver el artículo de la época:

 

La Abeja montañesa: periódico de intereses morales y materiales. nº 2.155, p. 3. (15-02-1.867)

 

 

Imágenes de Eucaliptus globulus en Cantabria, España

 

 

     Remigio Salomón, en la Guía de Santander de 1866, decía lo siguiente: «Don Marcelino dedicaba los meses de verano en esta finca a sus estudios y experimentos, que incluían la aclimatación de plantas y animales, la botánica, la entomología, la numismática, los estudios prehistóricos… En esta casa albergaba una parte de su biblioteca y su laboratorio de Historia Natural».

 

     Actualmente el cultivo del Eucaliptus globulus se extiende a nivel mundial para la producción de aceites esenciales con propiedades medicinales, miel, madera, papel, pigmentos… La industria que existe en torno a su producción es enorme, con altas tasas de empleo y grandes beneficios económicos, aunque no todo son luces; también existen sombras entorno a su desarrollo. Su gran capacidad de absorción de agua le otorga cierta agresividad hacia el suelo donde se encuentra, llegando incluso a secarlo más de lo normal, con lo que supone un aumento del riesgo de incendios. Si a esto le sumamos un vertido constante de ‘cineol’, un aceite esencial con propiedades antisépticas que acaba esterilizando el suelo, se evitará el crecimiento y desarrollo natural de otras especies vegetales y, por ende, animales. Es por eso que su cultivo debería estar adecuadamente planificado para suelos pobres o que no permitan otro uso o tipo de aprovechamiento más ventajoso.

 

     Hacia el año 1.870-1.872 un tejero de profesión y rentero de Marcelino Sanz de origen asturiano, concretamente de Celorio, y afincado en Cantabria, Modesto Cubillas Pérez, Modesto Cobielles Pérez según su partida de nacimiento escrita en bable (15-06-1820), fue el que descubrió, sin saber y por casualidad, la entrada a la cueva cuando andaba cazando con su perro y este, por descuido, se introdujo en una pequeña oquedad en una piedra medio cubierta por la maleza. Se lo comunicó a Marcelino por si le interesaba, sabedor de sus aficiones, y desde entonces, el mundo cambió.

 

     En el año 1.876, junto a su hija María Justina Isabel, hizo la primera incursión en la cueva y, a pesar de que lo habían hecho más de una vez sin llegar a encontrar nada importante o que les llamase la atención hasta entonces, un día del verano del año 1.879, su suerte cambió.

 

Retrato de María Justina Isabel Sanz de Sautuola y Escalante (1.871-1.946)

 

 

     Estando en una zona nueva de la cueva María miró hacia el techo abovedado y le dijo a su padre: ‘¡Papá, mira! ¡bueyes pintados…!’ Varias pinturas, de lo que a priori parecían animales, cubrían sus pequeñas cabezas. La curiosidad les hizo adentrarse aún más y este hecho les hizo descubrir mayor cantidad de signos, dibujos y símbolos plasmados por todos los techos y paredes que les rodeaban.

 

Pinturas de bisontes de la Cueva de Altamira

 

     Según Marcelino, parecían haber sido pintadas por una civilización prehistórica perteneciente concretamente a la edad Paleolítica. Publicó y dio a conocer su descubrimiento a colegas historiadores, a la Academia, etc. pero la aceptación que tuvo no fue la que esperaba. Él nunca dudó de su antigüedad:

 

      «Examinadas detenidamente estas pinturas, desde luego se conoce que su autor estaba muy práctico en hacerlas, pues se observa que debió ser su mano firme y que no andaba titubeando, sino por el contrario, cada rasgo se hacía de un golpe con toda la limpieza posible, dado un plano tan desigual como el de la bóveda, y fueran los que se quisiera los útiles de que se valiera para ello; no siendo menos dignas de tomarse en cuenta las infinitas posturas que el autor hubo de tomar, pues en algunas partes apenas podía ponerse de rodillas, y a otras no alcanzaba ni estirando el brazo; aumentándose la extrañeza al considerar que todo hubo que hacerlo con luz artificial, pues no es posible suponer que llegase hasta allí la luz del día, ya que, aun concediendo (lo que no parece probable) que la entrada fuera muy grande, apenas podía quedar iluminado el último tercio de esta galería, que es donde se hallan las pinturas y que se dirige hacia la izquierda, por lo cual, en todo caso, recibiría por reflexión una luz muy débil. Merece también notarse que una gran parte de las figuras están colocadas de manera que las protuberancias convexas de la bóveda están aprovechadas de modo que no perjudiquen el conjunto de aquellas, todo lo que demuestra que su autor no carecía de instinto artístico». (Apuntes, pp. 16-17).

 

Dibujo del techo pintado por Sanz de Sautuola de la Cueva de Altamira que apareció originalmente en su obra ‘Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander’ de 1880.

 

 

Vista general del techo de la Gran Sala de la Cueva de Altamira con detalles de las pinturas

 

 

     El descubrimiento de la cueva se extendió de boca en boca como la pólvora, haciendo que multitud de personas de los alrededores se personaran en la zona para comprobar si era cierto tal y como se decía. Por este motivo, y para evitar posibles daños y saqueos indiscriminados en la misma, Marcelino decidió cerrar la entrada con una reja de hierro.

 

Entrada a la Cueva de Altamira

© Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira

 

 

     La curiosidad también tuvo lugar en la familia real, que dos años más tarde de dicho evento, concretamente el 13 de septiembre del año 1.881, y estando hospedado el Rey Alfonso XII en Comillas junto con una de sus hermanas y la Infanta Isabel, como invitados del Marqués, se personaron en la misma para verla. Días antes lo hicieron también sus hermanas Paz y Eulalia. Con todo lo que estaba aconteciendo entorno a la cueva, Modesto Cubillas Pérez vio la posibilidad de sacar ‘tajada’ del tema y, recomendado quizás por alguien, envió una carta al mismísimo Rey Alfonso XII en la que decía:

 

     «A S. M. el Rey Alfonso XII, el que suscribe con el más profundo respeto expone: Que soy el único y verdadero descubridor de la cueva de Altamira, que V.M. ha visitado y el que se la hizo ver a varias personas, entre ellas al señor don Marcelino Sautuola, actual diputado provincial del distrito a la que la caverna pertenece . Que soy natural de Celorio, concejo de Llanes, provincia de Oviedo, y vecino de Puente Avíos, del Ayuntamiento de Ongayo. Que tengo de edad sesenta y un años y soy un labrador pobre, que con grandes dificultades adquiere algo de lo más indispensable para la vida. Que si la cueva tiene algún mérito, como si no lo tiene, yo soy el primero que la vio en la edad presente, y quien dio ocasión, por tanto, para que adquiriese el hallazgo la celebridad que hoy tiene.

     Si V.M. cree que merezco algún socorro, a V.M. se lo suplico. Soy de VM. humildísimo y leal súbdito, que a Dios pide conceda larga vida a vuestras MM. y AA.

Torrelavega, setiembre 14 de 1.881. M. Cuvillas.27”

 

     En fin… Tomaron a Marcelino como un impostor desde el principio, un hombre sin escrúpulos que había montado todo un circo alrededor de unas pinturas que decían ser datadas históricamente como recientes. Para entenderlo un poco mejor, pero no mucho, la verdad, debemos situarnos en las circunstancias sociales de la época: España, un país donde la iglesia, bajo la monarquía de Alfonso XII, aumentó aún más su influencia sobre las instituciones y la sociedad, oponiéndose rotundamente a todos aquellos hechos y enseñanzas que contradijeran sus propias normas y el mismísimo dogma católico. El hecho de descubrir unas pinturas de una civilización prehistórica no entraba en sus ideales, es más, chocaba directamente con ellos y con su creencia del origen del hombre. Esto, junto con las escasas evidencias paleolíticas conocidas hasta la época, hizo que la cueva cayera en el más absoluto de los olvidos desacreditando, como consecuencia, el descubrimiento científico de Marcelino e incluso a su persona.

 

     El descubrimiento en Francia de varias cuevas similares a la de Altamira, como La Mouthe (1.895), Pair-non-Pair (1.896) y, posteriormente, Les Combarelles y Font-de-Gaume (1.901), cambió la percepción de la situación. En todas ellas se evidenciaba un arte similar en sus paredes y la duda ya era incomprensible, Marcelino Sanz no mentía en nada. En el año 1.902 uno de sus críticos más feroces, Cartailhac, se vio acorralado ante este hecho y tuvo que retractarse públicamente de todas las mentiras que había volcado contra su persona, reconociendo haber cometido un error: << Es necesario inclinarse ante la realidad y, en lo que a mí respecta, debo hacer justicia a Marcelino de Sautuola. >>

 

     Este ‘mea culpa’ llegó demasiado tarde para Marcelino, pues murió años antes, el 30 de marzo de 1.888, total y vilmente desprestigiado. Os dejamos un vídeo en castellano con el que podréis adentraos en las entrañas de la cueva de forma virtual.

 

 

Video en castellano: recorrido virtual por la Cueva de Altamira

© Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira

 

   Para homenajear a esta ilustre figura por sus aportaciones a la humanidad, destacando, claro está, el descubrimiento de la cueva de Altamira, considerada en la actualidad como la ‘Capilla Sixtina del arte rupestre’, el Sr. Comilón ha querido rendirle un pequeño homenaje e invitarle a su mesa para degustar unos ricos caramelos de eucalipto. Al no tener constancia bibliográfica alguna sobre sus gustos por la comida, hemos creído conveniente hacer un guiño entre su pasión por el cultivo del eucalipto y el uso que le podríamos dar. ¿Qué os parece la idea?

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 
– ACCEDE  A LA RECETA –

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© El Platillo Comilón

 

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