Dificultad: 3,  Frutas,  Postres y dulces

Dulce de manzana

© El Platillo Comilón

INGREDIENTES:

  • 1 kg de manzanas
  • 700 g de azúcar
  • Zumo colado de un limón
  • 100 ml de agua
  • Una rama de canela
  • Una estrella de anís (opcional)

 

 

ELABORACIÓN:

     A mediados del mes de octubre comienza la recogida de la manzana en toda la provincia de Asturias (España), aunque factores meteorológicos como el sol, la sequía o las abundantes lluvias pueden hacer que se adelante o atrase. Las manzanas con las que vamos a elaborar nuestro rico dulce de manzana son de la variedad conocida como ‘Carrió’. Esta variedad está incluida en el grupo de la Denominación de Origen Protegida (D. O. P.) Sidra de Asturias.

 

 

     Cuando hablamos del concepto ‘denominación de origen’, nos referimos al uso de ciertos términos, generalmente nombres de ciudades, regiones o lugares, para designar un producto alimenticio que es especialmente valorado por los consumidores en base a su origen, calidad y particular modo de elaboración. No solo supone cierta protección del mismo en cuanto a su producción industrial, sino que también es sinónimo de reconocimiento a nivel global, adquiriendo así una cierta garantía de exclusividad.

    Y eso mismo es lo que ocurre con esta variedad de manzana que crece en muchas de las pumaradas que se reparten por toda la zona (el término asturiano ‘pumarada’ hace referencia a las tierras en las que se practica el cultivo de manzanas).

 

 

      La receta de dulce de manzana que nos trae hoy el Sr. Comilón es totalmente tradicional del lugar. ¿Le acompañamos a la cocina y vemos cómo lo hace?

    Antes de nada, lo primero que debemos hacer es lavar minuciosamente con agua todas las manzanas que vayamos a utilizar para elaborar la receta. En este caso 1 kg. Y lo decimos porque vamos a utilizar incluso su piel. Por ello, deben estar limpias de cualquier resto de tierra, polvo o insectos que puedan tener. Si vemos que alguna de ellas tiene alguna zona podrida, la retiramos.

 

 

     Y os preguntaréis… ¿por qué vamos a utilizar las manzanas con piel y no la desechamos? Pues muy sencillo, la piel de la manzana presenta un componente conocido como pectina, un hidrato de carbono que actúa como agente gelificante a la hora de hacer mermeladas, compotas, etc. Quitamos el rabo y el corazón de cada una de las manzanas, las cortamos por la mitad, luego en cuartos y estos trozos a su vez en otros más pequeños. Los metemos en una cacerola de gran tamaño, junto con el zumo colado de un limón para evitar que se oxiden y tornen a color oscuro.

 

 

     Añadimos 100 ml de agua, una rama de canela y una estrella de anís para darle un toque de sabor muy especial (opcional). Ponemos a fuego medio para que cuezan, removiendo frecuentemente evitando así que se peguen en el fondo, durante 30 minutos aproximadamente o hasta que veamos que las manzanas están más o menos blandas o incluso algo deshechas.

 

 

     Retiramos del fuego, sacamos de la cacerola la rama de canela y la estrella de anís y añadimos 700 g de azúcar. Removemos hasta que quede perfectamente integrada y trituramos con ayuda de una batidora eléctrica para dar lugar a una especie de puré fino. No os preocupéis por las pieles de las manzanas, porque apenas se notarán.

 

 

     Volvemos a poner a fuego medio para reducir el azúcar, al menos, durante 45 minutos más, sin parar de remover. Durante este tiempo veremos cómo irá caramelizándose y espesando la mezcla, obteniendo así una consistencia cada vez más sólida y de un color más oscuro y brillante.

    Pasado el tiempo, ¿cómo sabremos si está listo nuestro dulce de manzana? Pues muy sencillo, cuando seamos capaces de conseguir poner la cuchara, con la que hasta ese momento estábamos removiendo la mezcla, de pie en el centro de la cacerola sin sujetarla y sin caerse.

 

 

     En ese momento vertemos todo el contenido en recipientes, al ser posible de cristal y resistentes al calor, hasta el borde y tapamos con su tapa o con papel film, dejándolos enfriar a temperatura ambiente. Una vez fríos, lo metemos en el frigorífico para dejar que solidifique y consumimos al día siguiente.

     Antes de desmoldar pasamos la punta de un cuchillo por todos los bordes del recipiente separando así las posibles adherencias que pueda tener.  Volteamos el contenido sobre un plato grande y liso, como si de un flan de huevo se tratara, y… ¡listo para degustar! Lo podremos cortar y/o untar de la misma manera que hacemos con el membrillo.

     Podemos comerlo, por ejemplo, para desayunar untado en pan tostado, con frutos secos… etc. o de postre después de la comida, pero en este caso, os recomendamos hacerlo acompañado de un trozo de requesón o incluso de queso más bien fuerte. La mezcla de ambos supone una delicia para el paladar.

 
 
 

 

 

 

 

 

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